los poetas se portan sin recato
cuando otros poetas presentan sus libros.
No saben o no quieren ser meros lectores
y se aprestan nerviosos a mostrar su tímido poemario,
su propio libro apenas disimulado,
que busca con ansia al público desprevenido.
A veces (más que “souvent”)
los poetas esperan a un príncipe azul
que los convierta en nombres esenciales
de una historia literaria, y por ello planean
sobre concursos líricos o bosquecillos de maleza
donde, las más de las veces, se agazapan
cazadores sin piedad, como poetas insensibles.
A menudo (sí, “souvent”),
estos poetas temblorosos y desprevenidos
buscan unas palabras de alivio
que los reconforte de la triste experiencia
de escribir un género donde
son más los pastores que el rebaño.
Me miran, creen que soy un mago, y no paso de inútil.
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